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HISTORIA DEL I-CHING.


Como todos los libros de origen extremadamente antiguo, el modo exacto en que el I Ching fue concebido al principio nos es desconocido. De hecho, hay pocos libros hoy en día, si es que hay alguno, a los que pueda atribuirse una fecha tan antigua como al I Ching. Para nosotros, el Antiguo Testamento debe ser el equivalente más cercano. Hay, no obstante, una gran diferencia pues el I Ching no es un libro religioso en el que deba ser aceptada la existencia y creencia en una forma particular de Ser Supremo. El I Ching es compatible con toda religión, y con ninguna. Es compatible también con cualquier forma de organización política pues da guía individual. Es verdad que hay y siempre han habido algunos sistemas en los que el consejo del I Ching ha caído sobre oídos sordos. Los oídos, no obstante, son siempre de los individuos, pues la moralidad pública surge de la moralidad individual. No hay lugar alguno para la hipocresía cuando se estudia el I Ching. El prisionero perseguido. el esclavo más bajo, puede ser la persona superior; el hombre fuerte inmoral y el egoísta débil de carácter deben, inevitablemente, ser inferiores.

Por desgracia, nuestro conocimiento de la cultura china antigua es muy esquemático. Ciertamente es una de las más viejas civilizaciones. Sólo en tiempos recientes han empezado los arqueólogos a desvelar los esplendores del pasado chino. A diferencia de los llamativos símbolos de las largas y difuntas Dinastías del Antiguo Egipto, los de China, como la sabiduría misma del I Ching, deben ser buscados por medio de grandes esfuerzos. La grafología directa de las líneas (las rayas y los huecos entre ellas), son el tipo más simple de comunicación humana no verbal. Debe haber surgido con anterioridad a cualquier otra forma no mental de almacenamiento e intercambio de información. De acuerdo con la tradición el legendario Fu Hsi fue el primero en crear los trigramas y combinarlos en hexagramas hace unos 5.000 años. También se le considera el creador de la primera Civilización China. En otras palabras, él proporcionó la guía que permitió a los individuos trabajar juntos y crear una civilización. Entre muchos otros, se considera particularmente al Emperador Amarillo (Huang Ti) como promotor del I Ching, hace unos 4.400 años. Un rasgo que ha conducido a la supervivencia del I Ching es el hecho de que, siendo enteramente neutro en su postura frente a la autoridad (aunque ciertamente decisivo acerca de las acciones correctas y equivocadas), no ha sido sometido a una repetida "reinterpretación" oficial. Tal fue, desgraciadamente, el destino de otro antiguo texto, el Shu Ching, con un aspecto histórico, al hacer la crónica de reinos y acciones de reyes y emperadores.

En ausencia de materiales escritos, los símbolos básicos fueron registrados en el material disponible, tal como huesos y conchas. El caparazón de la tortuga tenía una particular significación en la antigua China, y a menudo fue utilizada también para la adivinación. Se interpretaba el patrón de las grietas que se forman al calentarla, algo así como las mundanas hojas de té de ciertos adivinadores. Los caracteres chinos que representan los hexagramas son también a menudo atribuidos a Fu Hsi. Parece ciertamente, por las evidencias arqueológicas disponibles, que surgieron por primera vez en el noroeste de China. Pueden, naturalmente, datar del origen de la escritura china misma, hace unos 4.000 años. Los primeros "libros" parecen haber sido hechos de tiras de bambú sobre las que los caracteres pudieron haber sido quemados para dar una anotación permanente. Puesto que estos libros parecen haber sido atados juntos y enrollados en manojos, la forma natural de escritura sería que las líneas corriesen verticalmente, de arriba abajo de las tiras. Suponiendo un predominio de escribas diestros, lo natural sería que el texto fluyese de derecha a izquierda. No hay ningún otro modo simple de sostener un rollo para escribir en él, sin utilizar una mesa u otro equipo elaborado como soporte. El origen de la escritura en otras civilizaciones tiene igualmente una significativa relación con las propiedades de los materiales de escritura disponibles. Por el tiempo de la primera vez que se escribió el I Ching sólo pudo haber consistido en textos muy abreviados asociados con los hexagramas, un punto de partida para la interpretación y extrapolación individuales.

La forma en que existe ahora el núcleo central del I Ching se atribuye al rey Wan y al duque de Chou. De acuerdo con nuestros comentarios anteriores, es interesante advertir que Wan realizó su trabajo sobre el I Ching como prisionero del último emperador de la Dinastía Shang (Yin). El explicó las Imágenes y Juicios o Sentencias hace unos 3.000 años. Su hijo Wu, conocido ahora como el duque de Chou, derribó a los Shang y comenzó la dinastía Chou. Muerto su padre lo elevó a título póstumo a la dignidad de rey, y continuó su trabajo sobre el I Ching, añadiendo explicaciones para las líneas móviles. De aquí que las palabras e imágenes de las traducciones estrictas del I Ching sean apropiadas para la situación en China hace unos 3.000 años, y en consecuencia inevitablemente crípticas en la época presente.

Confucio, hace unos 2.600 años, añadió importantes comentarios al I Ching, que han permanecido con él hasta nuestros días. Casi por el mismo tiempo, Lao Tze escribió su Tao Te Ching, recurriendo al I Ching para parte de su inspiración. Esta obra forma un importante punto de estudio para la religión del Taoísmo; un asunto como para estudiarlo toda una vida, por propio derecho. Durante casi 300 años tras la época de Confucio, hubo considerable agitación en China (el período de los Estados Guerreros), y se escribieron muchas reinterpretaciones y comentarios sobre el I Ching. Es por este caos que en el 213 a. de J.C. llegaron las órdenes del emperador Chin para poner fin a esta amalgama de ideas, quemando todos los libros que no se conformaban a sus ideales. Se permitió la subsistencia del I Ching básico, pero entre las partes destruidas se encontraban los comentarios de Confucio. Como tantos grandiosos esquemas para cambiar el mundo, éste también fracasó pues ciertas personas más allá del alcance de la ley fueron capaces de retener sus libros. Estos sobrevivieron con la dinastía Han (206 a. de J.C.), y junto con otras varias obras de Confucio se convirtieron en el fundamento para la educación de los administradores a lo largo de los siglos siguientes. Estos "libros establecidos" fueron el material de estudio para el sistema de exámenes en aquellos tiempos. Desde esta firme base, el estudio del I Ching ha continuado, aunque con esfuerzo y calidad variables, hasta el día presente. A veces su guía ha sido rechazada por los que ostentaban la autoridad. En otros momentos le han dado su apoyo.

No hay duda de que el I Ching no habría sobrevivido si no hubiera contenido algo de valor supremo. Estamos tan necesitados de su guía, basada sobre verdades universales y evidentes (las verdaderas Leyes de la Naturaleza), como lo estaban las personas iletradas de hace 5.000 años. La naturaleza humana no ha cambiado en este período. Es verdad que las decisiones se han vuelto más complejas, pero nuestra comprensión intuitiva de lo correcto no se ha alterado. Es esta misma esencia la que hemos intentado aquí, en nuestro pequeño libro, cristalizar y ofrecer al lector. A causa de nuestro presente dominio de ciertas facetas del mundo que nos rodea, es ahora más fácil que nunca seguir senderos de vida que no se encuentran de acuerdo con las Leyes de la Naturaleza. Tales senderos deben, inevitablemente, conducir a obstrucciones. El I Ching no tiene que ver con torpes restricciones al libre albedrío o con alguna ética impuesta desde fuera. Tiene que ver con vivir la vida en su plenitud, siendo creativos, dirigiendo nuestro propio curso y por tanto el de otros que entren en contacto con nosotros, hacia la consecución suprema. Hay muchas personas que aún no han encontrado la puerta de su interior que se abre hacia el Universo. Una vez descerrajada, el sendero del I Ching se aclara.


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