VAMPIROS (II)
- Equipo La Corona de los magos.
- 22 ene 2017
- 4 Min. de lectura

VAMPIROS (II):
Cómo acabar con un vampiro y otros mitos
Se piensa, erróneamente, que para matar a un vampiro basta con clavar una estaca de madera en su corazón. Este acto es necesario pero no suficiente, ya que clavando la estaca podemos dejarlo bloqueado temporalmente pero, para que realmente muera, es necesario quemarlo después en una hoguera o exponer su cuerpo al sol durante varios días. Las balas, cuchillos y demás armas sólo causan heridas que sanan con asombrosa facilidad en el cuerpo de un vampiro. Hay otras teorías sobre cómo dar muerte a un vampiro como, por ejemplo, abrir su ataúd durante el día, clavar una estaca en el corazón y enterrarlo en una tumba cavada en un cruce de caminos, pero esta estrategia no siempre tiene el éxito deseado.
Hay otros símbolos y objetos que también son usados para herir o ahuyentar a los vampiros como, los crucifijos, el agua bendita y el ajo. Nada de esto daña realmente a un vampiro, como mucho lo distrae temporalmente. El sol los debilita y los quema, pero no tan rápido como se pudiera pensar, aunque quedan muy desorientados y se vuelven mucho más lentos, perdiendo su celeridad habitual (esa gran velocidad que hace parezcan un torbellino cuando se mueven). Sólo los vampiros poderosos aguantan varios días al sol.
También existen algunos mitos que son, simplemente, falsos, como que los vampiros no pueden cruzar aguas en movimiento. Si esto fuera cierto, no se habrían extendido por todo el mundo, aunque hay leyendas que explican que sí pueden hacerlo portando tierra de su tumba en el ataúd.
El vampiro en sociedad
La sociedad vampírica, lejos de lo que pueda parecer, está perfectamente estructurada y se rige según las normas impuestas por los vampiros más antiguos. Se organizan en clanes, al frente de los cuales suele haber un príncipe. Este príncipe se encarga de mantener el orden en su zona geográfica. Por encima de los príncipes está el Consejo, una agrupación de los vampiros de las primeras generaciones que se encarga de mantener cierta paz entre clanes.
Los que apoyan la teoría de Caín como primer vampiro tienen definidas las generaciones de vampiros existentes en función del nacimiento del primer vampiro. Es decir, Caín, sería el primer y único miembro de la generación primera, y su descendencia directa formaría la segunda generación, así como la descendencia de ésta formaría la tercera, etc. Se calcula que, en la época actual, los vampiros recién nacidos forman parte de la 13ª generación.
Sobra decir que el poder de un vampiro es mayor cuanto más viejo es, no sólo por el control y aprendizaje que acumula durante los años, si no porque los más viejos pertenecen a las primeras generaciones y tienen la sangre más pura, siendo su poder inmensamente mayor que el de un vampiro de generaciones posteriores.
Teniendo esto en mente, los vampiros están clasificados así:
Neonato: Vampiro recién creado y presentado al príncipe del clan al que pertenece. Existen algunos vampiros recientes que no pertenecen a ningún clan en concreto. Éstos se denominan Caitiff.
Ancilla: Son vástagos jóvenes pero prometedores por su disciplina y control de su poder. Son preparados para ocupar el puesto de Antiguos con los años.
Antiguos: Son los vástagos que están al poder de la sociedad vampírica. Tienen entre 200 y 1200 años. Se encargan de que se cumplan las normas.
Matusalén: Esta posición la ocupan vampiros cuya edad alcanza los 1200 años. Se produce un cambio realmente palpable. Pasan a parecer menos humanos, más ancianos y físicamente están más delgados. La Bestia en ellos ha tomado el control y no tienen prácticamente humanidad. Son enormemente fuertes y fieros.
Antediluvianos: Los más antiguos y se piensa que sólo existen en Europa. Son la descendencia directa de Caín y llegan hasta la tercera generación. Son tan fuertes, sabios y poderosos que su simple mención genera auténtico terror entre sus vástagos. Afortunadamente, son realmente raros y escasos.
La supremacía del cazador
Según crece y cumple años, el vampiro aprende a desarrollar la fuerza y aumentar los poderes. Algunos de los primeros atributos que adquiere son el carisma y un gran magnetismo sexual, pero son tan sutiles que un mortal no se da ni cuenta, aunque sienta el deseo de acercarse al vampiro. Si unimos estos rasgos a su capacidad de manipulación comprenderemos que un vampiro es capaz de deshacerse de su víctima sin apenas usar la violencia. Pueden usar la hipnosis y conseguir que el mortal pierda su voluntad con sólo una mirada.
Tienen también otros talentos que no dudan en usar cuando una víctima les planta cara. Son muy fuertes y atléticos, poseen una gran celeridad en sus movimientos y son realmente astutos. Siempre mantienen un estado de alerta, incluso cuando descansan, por lo que es casi imposible encontrarlos desprevenidos.
Otra cualidad que les es muy útil para la supervivencia es su sigilo. Un vampiro puede aparecer en un lugar rápidamente y, pese a eso, pasar desapercibido. De hecho, puede estar horas camuflado en la oscuridad sin que ningún otro ser lo perciba gracias a su poder de ofuscación.
Algunos vampiros son capaces de aumentar sus poderes mentales hasta el punto de comunicarse mediante telepatía. Consiguen, además, inspirar temor, causar inmovilidad e, incluso, introducir una idea en la mente de su víctima sin que ésta se percate. Estos vampiros también son capaces de desvanecerse y hacerse invisibles.
Los escasos vampiros matusalén y antediluvianos poseen, además, otros recursos realmente demoledores, como la capacidad de transformarse en cualquier monstruo o animal que deseen, o la llamada “máscara de las mil caras”, que consiste en hacer creer que eres otra persona o cosa sin necesidad de cambiar de aspecto. En este caso, quien mire al vampiro no le vería, sino que vería la imagen que el vampiro pretende mostrar.
Los vampiros y la paz
Durante el periodo de la Inquisición se consiguió mermar considerablemente el número de vampiros en Europa. Éstos, viendo la supervivencia de su especie más que amenazada, decidieron ocultarse y pasar desapercibidos, como cualquier otro mortal. Llegó el momento de la Mascarada, en el que los vampiros sólo mostraban su auténtico aspecto cuando estaban de caza, pero siempre evitando que nadie, excepto su víctima, los descubriese.
De este modo, han conseguido convivir también con los hombres lobo, de quienes son auténticos enemigos y por los que sienten un verdadero desprecio. Aunque cuando un vampiro está cerca de un hombre lobo y viceversa, se huelen, se presienten y se descubren.
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